FELIZ SAN VALENTIN

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Se despertó a causa del frío que venía del otro lado de la cama. Sin abrir los ojos, desplazó un pie con sigilo en dirección a un vacío que sentía aún antes de que su pie desnudo lo confirmara. Jorge, su marido había madrugado más que de costumbre para un viaje de trabajo de dos días, y se había llevado con él su calor. Había cambiado de trabajo hacía poco más de un año y, aunque ahora estaba más contento, se veía obligado a viajar con más frecuencia, no demasiado, una vez cada dos meses y no más de dos o tres días cada vez, pero ella no lograba acostumbrarse a ese vacío en la cama que, en días como hoy, se le antojaba enorme. Intentó dormir un poco más, era pronto para levantarse, pero tras un par de infructuosas vueltas persiguiendo un sueño que la rehuía, optó por levantarse.

Ya en la cocina, encontró un sobre en la mesa y sonrió mientras leía su contenido.  Se trataba de una de esas tarjetas llenas de corazones donde él había escrito con su pulcra caligrafía: “¡Feliz San Valentín, cariño! Siento no poder estar contigo pero disfruta por los dos. Te quiero.” La dejó sobre la mesa mientras preparaba el desayuno. Releyó el mensaje varias veces, mientras le invadía  una tristeza que subía desde la boca del estómago, un desasosiego que aumentaba cuanto más miraba la tarjeta, como si, en realidad, ésta sólo confirmara el hecho de que, por primera vez desde que se conocieron, este San Valentín no estarían juntos y eso sólo podía ser el principio del fin.

Salió de casa con estos sombríos pensamientos y avanzó deprisa, camino del metro, tratando de dejarlos atrás, encerrados en el sobre con la tarjeta. Hacía frío y agradeció el calor que emanaba de la gente mientras esperaba en el andén. El tren llegó puntual y lleno, y se dejó engullir por la multitud. Buscó un asiento libre, se acomodó, sacó un libro del bolso y dejó que el traqueteo le meciera mientras su mente volaba lejos.

Levantó la vista del libro con la impresión de ser observada y buscó el origen de esa sensación. La mayoría a su alrededor estaba con la vista clavada en su teléfono móvil, como si ahí residieran las respuestas a todas sus preguntas; algunos apuraban un sueño contra la ventanilla, otros, los menos, simplemente se dejaban llevar. Todos parecían absortos menos una chica que miraba fijamente en su dirección, como si la conociera. Volvió al libro, pero de vez en cuando levantaba la vista, disimulando, para comprobar que la chica seguía mirando, sintiéndose más incómoda cada vez. Empezó a pensar si le sonaba de algo, pero estaba segura que no, era buena recordando a la gente y de ésta se hubiera acordado. Era alta y guapa, el pelo moreno y liso le llegaba por debajo de los hombros y enmarcaba su cara. Tenía unos ojos grandes, la nariz respingona y la boca entreabierta en una sonrisa gamberra que dejaba entrever unos dientes blanquísimos. Definitivamente, si la hubiera visto antes, la recordaría. Por fin llegó a su parada y abandonó el tren casi a la carrera, pasando al lado de la chica que en ese momento buscaba algo en el bolso. Notó el aroma a cítrico que desprendía y le vino a la cabeza el nombre de un perfume.

Ya en su oficina se olvidó de todo. Había unos cuantos emails que requerían respuesta urgente y el teléfono no paraba de sonar. Sumergida en el trabajo tardó un tiempo en notar un olor a azahar que hizo que levantara la cabeza por encima de la pantalla y ahí estaba la chica del metro, entregando un papel en recepción. Se encogió en su sitio, para que no la viera, y en cuanto ella salió fue al baño, rodeando el mostrador de recepción. Cuando volvía, viendo que el papel seguía sobre el mostrador y no había nadie a la vista, lo cogió como quien no quiere la cosa y se sentó en su mesa. No se podía creer lo que acababa de hacer. El corazón parecía a punto de salirse de su pecho. Lo metió debajo de unos informes y fingió trabajar. Poco a poco se calmó lo suficiente para echar una ojeada. Se llamaba Marta y al parecer buscaba trabajo porque lo que tenía delante era su currículum. Se sintió bastante estúpida y empezó a pensar que igual había malinterpretado un poco la situación.

El resto del día pasó sin pena ni gloria. Intercambió algunos mensajes con Jorge, que había llegado bien y volvería al día siguiente, y que volvió a disculparse por no estar en San Valentín pero le pedía, de nuevo, que lo pasara bien sin él.

Al salir de la oficina decidió que no tenía ganas de ir a casa y le haría caso. Fue andando hasta el centro y se sentó en su terraza favorita, a pesar del frío. Pidió un café y se puso a leer. No había avanzado mucho cuando un aroma como si alguien comiera una mandarina a su lado hizo que levantara la cabeza y allí estaba ella, parada junto a su mesa.

Cuando al día siguiente repasó en su cabeza todo lo que ocurrió a partir de ese momento le pareció estar reviviendo un sueño. No está segura de por qué le dijo que sí ni tampoco sabe por qué no le extrañó que Marta se materializara de la nada en aquella terraza. Tampoco le pareció raro que se sintiera a gusto de inmediato ni lo mucho que se rieron juntas. Resultó que no tenían nada en común y, aún así, a medida que pasaban las horas se sentía totalmente fascinada por ella. No podía dejar de mirar sus enormes ojos que, vistos de cerca, tenían algo de felino, y a ratos se sorprendía pensando que sus labios estaban hechos para besar. Le pareció de lo más natural que del café pasaran a tomar un vino, y luego otro. Y después fueron a picar algo y seguía totalmente hechizada, porque esa era la palabra que mejor describía cómo se sentía.

Tampoco sabe explicarse qué le impulsó a invitar a Marta a tomar la última en su casa, solo sabe con absoluta certeza que no quería separarse de ella bajo ningún concepto, dejar de ver sus ojos, dejar de notar su olor, que era como el que debe tener un patio de naranjos, dejar de verla sonreír. Sentada a su lado en el sofá, rodeada por sus cosas, hubo  momentos en que no sabía dónde estaba. Y cuando Marta se inclinó hacia ella y la besó deseó que no parara nunca de hacerlo, que no se parara ahí.

No puede recordar cómo terminó desnuda y en su cama, si ella misma se quitó la ropa o Marta la había ayudado, pero recuerda con total nitidez el deseo que le embargó al verla desnuda, un deseo de besar cada centímetro de aquella piel perfecta, de lamer cada curva y cada recoveco. No puede pensar, sin sentirse húmeda, cómo Marta había mordisqueado sus pezones, cada vez con más intensidad hasta arrancarle un gemido, cómo había explorado su coño con los dedos o la lengua, cómo golpeaba rítmicamente allí dónde palpitaba su deseo concentrado, cómo parecía leerle el pensamiento para  presionar, acariciar o lamer, haciendo que encadenara un orgasmo tras otro, retorciéndose en un frenesí de placer, pidiendo que parara y suplicando que no dejara de hacerlo.

Aun podía notar el sabor de Marta en el fondo de la boca cuando se despertó aquella mañana, abrazada a su cuerpo. Y dejó que sus manos vagaran por la inmensidad de sus curvas, recorriendo despacio ese cuerpo que la había hecho tan feliz. Jugueteó con los rizos del pubis, siguió con los dedos el rastro de la humedad, enterró la cara entre sus piernas y sació un apetito recién descubierto. La amó por lo que habían compartido y ni siquiera se sintió culpable.

Cuando se despidieron más tarde ya sabía que no podría volver a verla pero no le importó, algo de Marta se había quedado en ella y con eso le bastaba.

Seguía como en una nube cuando Jorge llegó a casa, y respondió como un robot a sus preguntas. Sí, le había echado de menos. No, no se había agobiado como otras veces. Sí, le había hecho ilusión la tarjeta. Sí, se había divertido. No, no había hecho nada especial. Lo ayudó a vaciar la maleta. Llevó la ropa sucia al cubo y, mientras vaciaba los bolsillos del pantalón se cayó una tarjeta. La recogió del suelo y ahogó un grito de sorpresa. Era negra, en letras blancas sólo ponía “Fantasías” y un número de teléfono. Olía como a cítricos.

8 Thoughts on FELIZ SAN VALENTIN

  1. Zorionak!!!Creo conocer a la escritora de este extraordinario relato.Feliz dia y …sigue ESCRIBIENDO.Un beso.

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    • Gracias, Virginia! Por aquí nos encanta compartir lo que escribimos, y si gusta, pues miel sobre hojuelas!

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  2. Comparto con Virginia lo de extraordinario relato. Zorionak! Me encanta esa visión, misión? de San Valentin . Espero que haya más… relatos y felices días de San Valentin. Un abrazo.

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    • Gracias, Maite. A veces sólo es cuestión de dejar volar la imaginación para descubrir todo un mundo de posibilidades.

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  3. Sin duda un relato magnifico.
    Gratamente sorprendida .
    y como llego ya tarde para desearos
    Feliz San Valentín .
    pidamos un deseo para el San Valentín 2019.

    Compañeros , maridos , parejas…
    como nuestro protagonista .

    SI….
    NO…
    TODO ES POSIBLE
    TODO .SIEMPRE QUE TU LO ELIJAS.

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    • Gracias Laura, como dice el refrán: “nunca es tarde si la dicha es buena”. Y sí, cualquier momento es bueno para darse un homenaje, sea en forma de relato, de fantasía, sólo o acompañado…

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  4. Un relato entretenido.Inesperado y fluido que te vá envolviendo y metiendote dentro.
    Sorprende y estimula.
    Me ha gustado

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    • Sorprender, estimular, entretener, se puede decir que el éxito de una historia va en proporción a su capacidad para proporcionar algo de todo eso.
      Gracias!

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